La propuesta que Belgrano nos legó y se ocultó


El 20 de junio se celebra el Día de la Bandera en nuestro país; aunque en verdad no se trate del aniversario de su creación sino de un homenaje a su creador, el General Manuel Belgrano, en conmemoración al día de su fallecimiento. De ahí entonces que le dediquemos unas líneas a través de las palabras de Felipe Pigna:

“Belgrano se había formado en el Colegio de San Carlos y luego en las Universidades de Salamanca y Valladolid, en España. En 1794, asumió como primer secretario del recientemente creado Consulado, desde donde se propuso fomentar la educación. Creó Escuelas de Dibujo, de Matemáticas y Náutica. Se incorporó a las milicias criollas para defender la ciudad durante las invasiones inglesas y fue uno de los más fervorosos defensores de la causa patriota durante la Revolución de Mayo. Fue vocal de la Primera Junta de Gobierno, encabezó la expedición al Paraguay, durante la cual creó la bandera, el 27 de febrero de 1812. En el Norte encabezó el heroico éxodo del pueblo jujeño y logró las grandes victorias de Tucumán, Salta y Las Piedras. Luego vendrían las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma y su retiro del ejército del Norte. En 1816 participó activamente en el Congreso de Tucumán.

Sus incansables preocupaciones abarcaron desde la enseñanza estatal gratuita y obligatoria, hasta la reforma agraria. Infatigable ante los obstáculos encontrados a su paso diría: “Mi ánimo se abatió, y conocí que nada se haría a favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el bien común. Sin embargo, (…) me propuse echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos”.

No hay dudas que Belgrano esparció semillas en Jujuy; por eso es algo especial para los jujeños. El conocido compatriota quiaqueño, Escribano Calizaya, nos dice: “Belgrano y Jujuy están hermanados en la historia más que con cualquier otra provincia. Es por eso que le dejó en obsequio y como un recuerdo permanente, aquella bandera que lleva las armas de la defensa civil en Jujuy. Acá se enarboló la bandera después que se lo hiciera en las barrancas del Río Paraná; acá se la bendijo y se prestó el juramento” concluye.

Esta significación de Belgrano para el pueblo de Jujuy, claramente expresada por el Escribano Calizaya, tal vez explica el porqué del nombre de nuestro departamento capital; el porqué de la denominación de la plaza central de San Salvador de Jujuy con su nombre y la razón de la designación de la escuela primaria N° 1 de nuestra ciudad como Manuel Belgrano. Por otro lado, desde el año pasado en la provincia contamos con el Instituto Belgraniano Jujuy, creado en el marco del bicentenario del Éxodo Jujeño. Esto da que pensar.

Precisamente en virtud de esta significación de Belgrano para Jujuy, es que consideramos necesario pensarlo de otra manera, mejor dicho, re-significarlo.

Tradicionalmente la escuela nos ha contado una parte de la historia. Nos ha contado la versión oficial, la de los “vencedores”, y como ciudadanos comunes, como hijos de esta tierra de la América Profunda, a veces la sentimos extraña, como que poco tiene que ver con nuestra historia real; pero respecto a Belgrano es distinto. Jujuy lo conoce bien, aunque no lo sepa realmente; mejor dicho, lo siente, aunque no pueda entenderlo. Por eso cada 23 de agosto cuando evocamos el Éxodo Jujeño, sentimos el “nosotros”. Allí Belgrano se instala en el corazón de cada uno de los jujeños.

Reflexionando sobre la vida de Belgrano, es decir, la vida no oficial de Belgrano, nos hace sospechar que dos son las experiencias que gravitan significativamente en su pensamiento: la revolución francesa y la influencia de su madre.

Respecto a la primera, en 1789 Belgrano estaba estudiando abogacía en España. Tenía 19 años en ese entonces cuando se entera que el 11 de Julio de ese año se había realizado la toma de la Bastilla, símbolo de la monarquía del país vecino; había estallado la Revolución Francesa.

A esa edad los jóvenes están construyendo y/o consolidando sus ideales. El reciente impacto de la revolución francesa y la posterior lectura que hiciera Belgrano de los escritos de Rousseau y Montesquieu merced al conocimiento del francés, permitió que la libertad, la igualdad y la fraternidad, se convirtieran en los valores que diesen sentido a su vida, toda ella atravesada por lo público.

En cuanto a la otra experiencia que gravitó el pensar de Manuel Belgrano, está relacionada con la influencia de las raíces americanas de su madre María Josefa González Casero, quien provenía de una familia de Santiago del Estero (de Loreto) a través de su padre Juan Manuel González Islas (abuelo de Belgrano). Bartolomé Mitre en su libro “La Historia de Belgrano” publicado en el año 1859, dice textualmente: “Belgrano creció en años e inteligencia bajo el amparo del ala maternal”. Esto es toda una sugerencia para admitir nuestra especulación como válida, sin que ello implique la exclusión de la reflexión crítica de América por parte de Belgrano.

Estas experiencias tal vez expliquen la motivación profunda de la propuesta de Belgrano al Congreso de Tucumán -con el apoyo de San Martín y Guemes- cuando se estaba debatiendo la nueva forma de gobierno. El propuso conformar una forma de monarquía constitucional que retome la tradición de los incas y reconozca a un descendiente indígena como gobierno del Río de La Plata. De este modo se consolidaría la revolución americana desde adentro. La Monarquía Inca propuesta, según los analistas, era constitucional. La misma contaba con una cámara vitalicia de Caciques y otra de diputados electos. Además de un solo golpe se abordaría el problema de todos los problemas de la Revolución Americana: la distribución igualitaria y democrática de la tierra.

Sin embargo, como generalmente ha ocurrido en nuestro país, historia oficial se encargó de ocultar que el Congreso aprobó esta medida “por aclamación”, pero por mayoría simple y no por los dos tercios necesarios, debido al fuerte boicot de los diputados porteños que no podían concebir tamaño disparate. ¿Un Indio en el trono? ¿Una monarquía con ojotas? se preguntaba irónicamente Mitre, quien junto a otros oligarcas presentaban esta propuesta como un arranque de locura de Belgrano. Luego la generación del 80 se encargaría de materializar esta ironía en la campaña del desierto. Se había instalado ya el “nosotros” y los “otros”; la civilización y la barbarie; el blanco y el negro; el limpio y el sucio; el amigo y el enemigo.

A esta altura, tal vez nos preguntemos, ¿Por qué pensar desde esta perspectiva al creador de la bandera?. ¿Cuál es el sentido de esta pretendida re-significación histórica?. La respuesta tal vez surja de nosotros mismos si nos auto-indagamos: ¿Acaso hemos logrado resolver hasta ahora la tensión entre identidad nacional e identidad cultural?.

La ruptura del vínculo entre la comunidad de los pueblos originarios y los revolucionarios de mayo, vislumbrado por Belgrano en aquellos años, ha llegado hasta nuestros días en otros formatos, merced a un plan cultural e ideológico implementado históricamente. En esta trama socio-histórica se entreteje nuestras vidas y la escuela tiene mucho que ver con ello. Por eso no podemos ser neutrales en la construcción del conocimiento.

¿Por qué reproducción escolar y no más bien subversión educacional?

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