Tener una formación profesional docente (poseer un título y “ejercer” la enseñanza) puede ser fruto de una decisión personal, aunque no necesariamente. Pero asumir la docencia como modo de vida ya es otra cosa.
Ser graduado docente y realizar tareas de enseñanza como una actividad laboral en las instituciones, es diferente de asumir la docencia las 24 horas del día dentro y fuera de las instituciones. Lo que aquí se dice no se refiere al mero “hacer”; a lo instrumental: ello sería ingenuo. Ser docente las 24 horas del día tiene que ver con la actitud; con la militancia pedagógica comprometida con la construcción social de la subjetividad de niños y jóvenes, sean o no nuestros alumnos. Esto podría ser equivalente al sentido de la ética definida por Michel Foucault como “estética de la existencia”, es decir, como la realización de la obra de arte, que cada persona debe hacer con su propia vida ante su conformación socio-cultural de “sujeto”; esto es, de sujeto-sujetado (por otros y por uno mismo).
Desde estos supuestos, la solvencia profesional de la docencia, como modo de vida, exige el paso del conocimiento al meta-conocimiento y en vez de limitarse a ser “experto” o eficaz en el campo de la enseñanza de la lengua, por ejemplo, es más significativo tener en claro cual y como es la gravitación de la palabra en el pensamiento de los que se están formando, y actuar en consecuencia; o también -para dar solo un segundo ejemplo- tener en claro cual y como es la significación del cálculo o la mensura en la percepción y construcción social de la realidad, que va mucho más allá de la mera destreza del “saber hacer” los cálculos o “saber hacer” las mediciones.
Si lo dicho es verdad, también asume pretensión de verdad la tesis de que la interpelación a lo ocurrido el 24 de marzo de 1976 no es una cuestión exclusiva de los docentes de Ciencias Sociales.
Desde esta perspectiva y como un pretexto para pensar(nos) como sujetos histórico-sociales, a continuación pongo a disposición -para refrescarnos la memoria- la película “La noche de los lápices” y como un aporte personal; más expresivo que estético, un poema publicado en una cartilla de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de San Salvador de Jujuy, hace más de 20 años por quien realiza este escrito. Lo que sí forma parte del arte, es el dibujo que ilustra el poema, el cual fue realizado por el artista plástico y amigo Héctor Alemán.
Muy interesante tus reflexiones y por supuesto que el poema. Creo que todo lo que se recuerde y movilice lamemoria esta muy bien pero tambien considero necesario empezar a producir discursos de vida, practicas superadoras que nos permitan vislumbrar nuevos horizontes, particularmente desde la escuela, espacio jerarquico y conservador por excelencia
Hola Sergio:
Muchas gracias por tus comentarios. Comparto totalmente con vos que es importante “producir discursos de vida”. Lo trágico también evoca y exalta la vida produciendo lo que algunos -desde la estética- llaman “catarsis”, y lo más interesante es que lo hace desde una dimensión axiológica. ¿Luego de ver la película, como termina uno: valorando la vida o la muerte?.
También estoy totalmente de acuerdo contigo cuando afirmas que son necesarias, “prácticas superadoras que nos permitan vislumbrar nuevos horizontes, particularmente desde la escuela, espacio jerárquico y conservador por excelencia”. En ese sentido destaco la dimensión ética de tu propuesta por cuanto invita a la ruptura del principio conservador de la escuela exaltando la libertad de pensamiento y la igualdad en el acceso al conocimiento a través de la escuela. De acuerdo a este planteo, contextualizar el 24 de marzo en nuestra historia colectiva e interpelar su irrupción violenta desde la meta-cognición (de la docencia como modo de vida), además de problematizar la escuela tradicional que suele descontextualizar los acontecimientos históricos como podría ser el genocidio pergeñado el 24 de marzo, constituye sin duda una propuesta epistemológica fuerte de ruptura con el paradigma de la fragmentación del conocimiento en disciplinas. Proponer lo interdisciplinario como estrategia compleja del conocimiento para comprender una realidad también compleja que se escapa a la disciplina, me parece, “vislumbra nuevos horizontes”.
Un abrazo.
Luis