Casi sin darnos cuenta, el internet, la red de redes, la web, el mundo virtual, el ciberespacio o como quieran llamarlo, nos ha ido involucrando de tal modo que si uno coloca nuestro nombre en el buscador Google o en cualquier otro, es posible que encuentre alguna información; algo que hayamos hecho individualmente, con otras personas, en alguna institución, en un curso a distancia; cuya información fue subida a la web.
Partiendo del supuesto que el internet, a medida que pase el tiempo, será cada vez más gravitante en nuestra inserción social, considero que una forma de construir nuestra identidad digital de manera responsable y auténtica es participar con producciones propias para relativizar aquellas deformaciones que puedan generarse con la manipulación o descontextualización de la información de nuestra persona que circula en la web, especialmente la que se genera en las redes sociales.
Todavía existe el mito -especialmente en los adolescentes, aunque no solo en los adolescentes- que en internet estamos solos, que se puede decir cualquier cosa, que nadie nos controla y que constituye un escape de la “realidad”.
Frente a esto considero que debemos ser conscientes que en internet no estamos solos, que progresivamente el mundo virtual está pasando a formar parte de la realidad social, que los “otros” nos condicionan pero que podemos influir en ellos. Y que en esta trama de relaciones es indispensable que pensemos que el tipo de publicación que realizamos en la web habla de nosotros y que la no publicación da posibilidad a que los demás puedan mostrar lo que “somos” sin que realmente seamos eso que dicen que somos.
Como una síntesis de esta problematización pongo a consideración un video-minuto que he realizado recientemente como parte de un trabajo práctico de un curso, cuya producción he denominado “Identidad digital”.
